Azul infinito

En la paleta de la ciencia, se despliegan teorías que desafían la verdad que perciben mis sentidos. Afirman con solemnidad que el azul es un engaño, una ilusión tejida en la danza de la luz y los átomos. Argumentan que, en realidad, no existe más allá de la interpretación subjetiva de la mente.

Mas, en el rincón de mis experiencias, se alza un testigo inmutable: el azul infinito, tangible y etéreo, se revela ante mí. He hallado su morada en el reflejo de tus ojos, donde mi cielo encuentra su hogar. Las teorías se desvanecen como sombras efímeras frente a la certeza que resplandece en tu mirada.

Si, lo he visto en tus ojos. Ya no me quedan miedos y la luz que había perdido regresó a mí en este instante perfecto en Santa Mónica… Ese, en el que tu beso atrapó mis palabras, y las volviste amor, amor y poesía… Y ahora te sé decir gracias mientras hago este momento eterno entre tus labios.

¿Cómo puede negar la ciencia la realidad palpable de este azul?

En tus ojos, descubrí la vastedad de un universo que se extiende más allá de las fórmulas y ecuaciones. Es un azul que desafía las limitaciones de la razón, un océano de emociones que la ciencia no puede cuantificar ni desentrañar.

El azul infinito existe, lo he visto en tus ojos, donde mi poesía encuentra su hogar y la ciencia se queda sin palabras. En la paradoja de esta verdad, se entrelazan los enigmas de lo tangible y lo intangible, revelando que, a veces, la realidad más profunda se encuentra más allá de las fronteras que la mente intenta trazar.